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Ciudad De Tulipanes

By Zoe Parra


Érase una vez una niña y su familia que vivían en una ciudad tan bella que causaba placer. La ciudad de los tulipanes. Una ciudad que albergaba a tantas personas como paisajes. Una ciudad llena de color, luz, felicidad. Una ciudad llena de paz hasta que inició la guerra.

La familia y la niña intentaban vivir de lo más normal que podían, aún teniendo tantas restricciones. Podían salir, caminar, reír y sonreír, pero no podían ser vistos como personas normales. Tenían que llevar en su abrigo una estrella de seis puntas, que les identificaba como raza inferior. Era una brillante estrella, pero las personas que la llevaban no sentían su luz. La niña tenía que soportar los maltratos, las miradas de desprecio y las burlas en la escuela, hasta que ya no era permitida entrar en escuelas de personas normales, solo en escuelas de su misma raza. Una escuela de personas judías.

Meses después de aguantar las restricciones, la familia no tuvo más remedio que esconderse. Pudieron encontrar a personas humanas que les acogieron, dentro de aquella tempestad de bestias superiores. Esas bestias que vestían uniformes con una banda con una esvástica en el brazo izquierdo. La familia llegó a un  clóset y cuando entraron, vieron que en realidad no era un clóset, pero si era una habitación. Una habitación muy oscura, donde sólo se alcanzaba a visualizar el miedo de los recién llegados.

Pasaron años de aquella tempestad y la familia pudo acostumbrarse, aunque sin contentarse. Pasaron miles de años de vivir en las penumbras, en el terror, y en el silencio solamente interrumpido por las voces de la radio, dictando noticias sobre la guerra. Pero un día, el silencio fue interrumpido por nuevas voces. Las voces de la GESTAPO que irrumpían en la habitación, buscando la raza inferior para torturarlos por su crimen. Su crimen de ser judíos.

Aquellos soldados se los llevaron, arrastrándolos con fuerza y sin piedad. Se los llevaron a un lugar mucho más oscuro que aquella habitación y con muchas más bestias de las que habían escapado. Habían estado soportando aquella tempestad dentro de un cuarto tan pequeño que el dolor se entumecía. Pero una vez fuera, tanto se sentía. La niña sentía cuerpos a su alrededor, con o sin vida, sentía el movimiento de un tren con un destino desconocido, sentía los olores no deseados de la muerte y sentía hambre, sueño y dolor. Ya no se sentía viva, solo sobrevivía. Se había esforzado tanto por sobrevivir, pero ¿para qué, si su vida se había terminado desde el momento en que aquella ciudad llena de tulipanes le había dejado de causar placer?


By Zoe Parra


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